Comenzó siendo ese simple becario. Aquella mañana aún no había decido qué vestir. Es cierto que había comprado días antes su primer traje en un Zara, pero la alternativa de las dos corbatas que colgaban del armario se convirtió en su primera decisión en el mundo de los negocios. Claro que con los nervios olvidó que no sabía hacer un nudo de corbata, y google no es tal ayuda para ciertas cosas manuales.
Desde la boca del metro pudo observar el imponente edificio de exactamente cien pisos que sería su hogar en días laborables. Pronto descubrió que bajo esa mole había aún más en forma de sótanos y ése, de momento, sería su destino.
Entró al departamento asignado, minutos antes del inicio de la jornada. Sonrojado no está claro si por los nervios del momento o porque se excedió apretando el nudo de la dichosa corbata. Todo fueron sonrisas de bienvenida y buenos días hasta que a las nueve en punto los empleados se pusieron a teclear frente a sus ordenadores y la sala se inundó de un palpitante silencio.
Como ya estaba asentado en su cubículo bastó con mimetizar lo que los demás hacían. Se acercó el teclado, agarró el ratón con mano sudorosa y comenzó a conjugar el verbo de los negocios: ‘gestionar’.
Gestionó el mail, gestionó unos presupuestos, gestionó la agenda, gestionó unas presentaciones y gestionó unas copias impresas. Su buzón lleno de tareas comenzó a vaciarse pasado el almuerzo pero justo antes de llegar la hora de salida el buzón regresó al que parecía su estado original, el estar repleto de lucecitas parpadeantes urgiendo ‘gestiones’. Al concluir su primera semana pudo comprobar que le quedaban menos ‘tasks’ que el primer día. Sí, había aprendido ya que mezclar un poco de ‘english’ en sus gestiones lucía el resultado final de sus tareas…
A los quince días le notificaron que le transferían a otro departamento, con sorpresa pudo comprobar que salía de los sótanos para ascender al segundo piso. Un pequeño gran paso. Las gestiones eran menos numerosas pero más complicadas, requerían de más tiempo y ‘empowerment’. Lo que era un puesto de becario cambió al recibir su segunda ‘promotion’ pisos más arriba junto a un abultado sobre con sus nuevas ‘business cards’. Su nombre y apellidos figuraban en suaves formas junto con el logo que coronaba en la cima del edificio.
Se convirtió en una droga, antes de las vacaciones viajaba ya en un ascensor VIP a su despacho en la planta cincuenta. Trabajaba día y noche, festivos incluidos con el afán de subir más y más. A última hora renunció a las ‘holidays’ por su traslado al piso setenta y dos. En Navidades disfrutaba ya de vistas desde la planta noventa y ocho. Nervioso por ascender no abandonó la oficina en semanas, hasta que un nuevo sobre aún más abultado le comunicaba que procediera a subir al piso cien, !!!al fin!!!.
Comprobó que el ascensor sólo llegaba hasta la planta noventa y nueve, y que unas escalerillas se abrían al fondo del pasillo. Tras subirlas, exhausto de tantos meses de esfuerzo, se situó frente a una puerta de lo más triste y gris con un cartel en el que se leía ‘Bienvenido al mundo real’. Tomó el picaporte con fuerza y abrió. Aquello era una azotea en una tarde que oscurecía.
Al principio no comprendió nada pero al asomarse algo parecía emerger desde la terraza, era un edificio de oficinas, otro. Si cabe más grande y lo más importante, más alto. Quedaba oculto desde la calle pero ahora era perfectamente visible a sus ojos. Algo le urgió a contar con ansia el número de alturas que sobrepasaban a su antiguo edificio. Atisbaba un logo corporativo más grande arriba del todo pero su vista no alcanzaba a completar la visión del edificio con lo que se alejó para terminar de contar las plantas de esa mole. Casi, casi lo abarcaba. Bastaría con dar unos pasos más atrás. Al fin un poco más de perspectiva y lo tendría, un paso más atrás…
De repente no encontró suelo sobre el que sostenerse. En el afán por contar el número de pisos descuidó lo más importante su propia vida que le vio caer cien pisos abajo. Al día siguiente en el periódico local junto a una pequeña esquela se ofertaba un puesto de becario en una multinacional de altura…