Este siglo nos ha provisto de modernidades que nos acercan al otro lado de la pantalla, sin movernos de casa. Hasta en ocasiones, se conoce gente, gente interesante.
A veces lo más profundo se encuentra entre lo más cotidiano. El susurro de una voz que oyes por primera vez al otro lado de un teléfono, de alguien cercano pero lejano al mismo tiempo. Esas ganas de estar al otro lado de la línea, de querer llegar a ver a través del oído. Saber cómo sonríe su mirada, si hay brillo en sus ojos, o de qué manera impactan mis palabras en su rostro, en su piel…
Nada de eso pude ver pero sí intuir y me doy por satisfecho. Tal vez, la distancia nos siga separando para siempre, tal vez haya una ocasión para un primer encuentro. Así que ahí lo dejo, en un tal vez…
Una vez me dijeron que existen dos cosas que nunca se olvidan, montar en bicicleta y a reír. Parece que voy construyendo un camino, a ver qué muestra mi bici en ese recorrido porque reír, río. Siento alegría. Soy feliz.