Ayer soñé…
Allí estaba yo reflejado en el espejo a mis treinta años muy bien llevados. La modestia no era una de mis virtudes, tampoco era un secreto. Pero si hablamos de secretos había algo que ocultar mi prolongada vida, más allá del paso de las estaciones y hojas de calendario, sólo una cosa me devolvía la vida y ésa era el sexo.
Pero volvamos a esa imagen en el espejo, hoy había algo extraño. Una mancha, un no-sé-qué en el entorno de la comisura de los labios, e inmediatamente le puse nombre una arruga!!!
No podía ser, la reacción inmediata fue culpar al espejo, pasé y froté con ese sonido característico donde creí que estaba la sombra, a modo de fase preliminar, la de negar la evidencia. Mas no funcionó, era yo, el yo real que ahora comenzaba a incomodarse con la tozuda realidad esa que para mi problemilla el tiempo no puede sanar.
Pronto comencé a reaccionar, había que negar la evidencia, a mi pareja tras casi tres años que me había dado vida e insuflado savia cada noche desde que nos conociéramos. Y así traté de engañarme en ese mismo instante, acabé la cerveza de un trago.
El baño del pub me sirvió de puerta de entrada a mi nueva realidad, eché una ojeada y elegí a mi presa, y la atrapé entre mis garras hasta que logré lo que buscaba, una noche más de sexo. A la mañana siguiente corrí hasta mi confesionario particular y allí me encontré de nuevo radiante, sin mancha, sin arruga, algo había cambiado, era yo y no sólo mi reflejo.
Me obsesioné quería más de lo mismo pero esa noche no lo logré encontrar, y a esas noches le siguieron otras, abandoné a los míos, perdí también lo que amaba. Cada mañana veía crecer las arrugas, al principio cubrían los labios, pero pronto aparecieron muchas más. Necesitaba eso, y si no había más remedio pagaría por ello.
Vendí mis pertenencias, di todo lo que era mío, todo lo que tenía a cambio por una noche de sexo. Y ese fue el fin, mi onerosa recuperación tan efímera como lo que tardó en llegar el día siguiente y de ahí degeneré precipitadamente en algo viejo, arrugado, y al final sin tan siquiera dientes. Mi sueño se convirtió en pesadilla…
Al fin desperté, de forma instintiva comprobé con mi lengua que aún tenía todos mis dientes. Y sonreí, allí mismo en la cama, junto a quien amaba como había sucedido cada año desde hacía… desde aquella fiesta de cumpleaños en que nos conocimos. Una voz emergió con candor de entre las sábanas ‘Feliz cumpleaños, Toni’, a lo que respondí ‘Feliz aniversario, Ra’.
PS. Es que mi cumple es en una semana y estoy un poco obsesionado.